Global Journal of Human-Social Science, A: Arts and Humanities, Volume 22 Issue 5
Hegemonía y Carnaval: Apropiación Cultural Del Carnaval Panameño a Inicio de la República Volume XXII Issue V Version I 20 ( ) Global Journal of Human Social Science - Year 2022 © 2022 Global Journals A secretario de Instrucción Pública. Hay más aún, como miembro del partido liberal fue el encargado de impulsar el proyecto educativo que buscaba minimizar el alto índice de analfabetismo que había en el país y de paso disciplinar a la población. De ahí se infiere que la élite panameña en su afán de domesticar a los sectores populares se apropió del carnaval para que la festividad de mayor arraigo popular cumpliera la función civilizadora. Dicho de otra manera, la oficialización del carnaval se enmarca en el proyecto liberal de civilizar a la sociedad. Aspiración presente desde el siglo XIX y recogida en sus publicaciones, como la siguiente: “Falta en estas ocasiones la iniciativa de las clases superiores para encaminar al pueblo por las vías de la cultura y alejarlo o impedirle que de exhibiciones que desdigan de su civilización y de su moralidad. El espectáculo que presenta un torito guapo en nuestras calles, acompañado de mujeres y unos cuantos hombres trasnochados, es necesario suprimirlo de una vez, (…)”) (Herald, 1826) Las actividades descritas en la publicación del diario Star Herald hacía referencia a manifestaciones de los moradores del arrabal de Santa Ana en la celebración del carnaval. Las mismas siempre fueron descalificas por la clase superior mencionadas en el artículo, por considerarlas incivilizadas y una pantomima grotesca (Andreve, 1944) De aquí se desprende la propuesta en 1910 del concejal del distrito de Panamá, Juan B. Sosa de celebrar un “carnaval civilizado” (S/A, 1936) el cual sea del gusto del sector hegemónico. Es por eso por lo que crean un nuevo modelo de celebración con la oficialización. II. C aracterización S imbólica del C arnaval O ficializado El Carnaval bajo el control de la clase hegemónica adquirió un matiz totalmente distinto; un espectáculo lujoso en el que se representaba mediante símbolos su ideología. Resaltaban con ello su liderazgo, poder y prestigio dentro de la sociedad, es decir, se impuso su criterio de lo que consideraban debía ser dicha fiesta y con ello su visión del orden social. La caracterización simbólica se refiere al conjunto de símbolos empleados por la elite en la celebración del carnaval y que los identifica como grupo hegemónico. Teniendo presente lo señalado por James Boon, en cuanto a que los símbolos son signos específicos, arbitrariamente escogidos por los seres humanos para vehicular ideas abstractas. (Boon, 1978) En otras palabras, los seres humanos manifiestan sus pensamientos e ideas a través del uso de símbolos, los cuales pueden ser figuras o señales cuyo significado ha sido el resultado de una convención social. La elección de una reina, generalmente procedente de la élite, puede ser uno de esos símbolos. En el carnaval como espectáculo la clase hegemónica pretendía eliminar, o al menos reducir lo popular de la fiesta (lo salvaje, feo y grotescos provenientes de la gente de piel oscura). Para lo cual, enviaba mensajes a través de diversos medios; el iconográfico: la reina, con vestuario estilo de las monarquías europeas, como se puede apreciar en fotografías de la época, con los trajes de finas telas bordadas, con sus capas y largas colas y las afiligranadas coronas, pretendían lucir como “sacadas de unos cuentos de hadas”, blancas, bellas, impecables, dignas de admiración. Sus carruajes lujosos, tirado por caballos, y adornado profusamente con flores, eran la representación escenográfica de la Roma imperial o de las monarquías europeas. Los escenarios de la celebración eran “espacios clasistas”, para no compartir con los sectores populares los lugares de esparcimientos, es decir, la idea es todos celebramos el carnaval, pero cada uno en el sitio que le corresponde, los sectores populares en las calles o plazas y la élite en lujosos salones de hoteles, clubes o teatros. En otras palabras, la clase dominantes a través de la iconografía y los espacios demostraba su poder económico, sus concepciones de la estética, la belleza, el buen gusto, la forma “culta” de celebración. Otro ejemplo ilustrativo es, la utilización dada por la elite a los medios escritos: revistas, diarios y otros, para ensalzar a sus miembros y predios. En ellos se encuentran un gran despliegue de exaltación y alabanzas hacia las reinas, las familias, sus clubes y todo lo que le identifica como grupo. Observemos cómo se autoproclaman representante de la belleza de la mujer panameña: […] rindamos nuestro homenaje de admiración a Julieta I, a la reina esmeralda, por bonita, por representar de un modo que es difícil soñar la belleza istmeña. Todo extranjero que haya acudido anoche a nuestro primer Teatro tendrá que convenir que el ramillete de bellezas reunidos, […], tiene que colocar a la tierra istmeña como lugar privilegiado entre los distintos del planeta. (S/A, Julieta I ciñe ya sobre sus sienes la corona de soberana, 1997) A pesar de que para ese momento la población que habitaba en la provincia de Panamá era mayoritariamente mestiza, el 44.1% (45 800), siguen los negros con el 37.1% (38 543) y el grupo minoritario, los blancos representan el 14.1% (14 645) de la población. Este último, representante de los fundadores de la República se presentaba como modelo de belleza y en un estatus de superioridad. Por último, a través de la simbología empleada en el nuevo modelo de celebración también se enviaba un mensaje político e ideológico. Los sectores subordinados identificarían claramente a sus dirigentes, los responsables de administrar la sociedad de la que ellos forman parte y a quienes le deben lealtad. Para ellos se mostraban como los ungidos; la reina era
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