Global Journal of Human Social Science, E: Economics, Volume 22 Issue 3

especialmente, tras el abrupto fin del orden bipolar. En los primeros años de la década del noventa, el vertiginoso avance de la globalización pareció obnubilar los conflictos geopolíticos, otrora asociados a la Guerra Fría. Los EE. UU. había emergido como el único vencedor de ese conflicto, aunque lo hizo sin pelear una contienda directa con la URSS, sino a causa de la implosión de este último bloque. Quizás por ello, varios analistas pasaron por alto que la economía estadounidense venía arrastrando un importante deterioro de algunos de sus cimientos macroeconómicos (fundamentales) , desde hacía varias década s 6 . En los años noventa, todo pareció indicar que el capitalismo y la globalización se establecerían como el paradigma imperante a nivel mundial y, que la geoeconomía había subyugado a los intereses geopolíticos. La unipolaridad que se observó al iniciar la década, paulatinamente, dejó paso a un esquema más multipolar que se fue configurando con el surgimiento de varios actores internacionales -como la Unión Europea (UE), el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacifico (APEC), la ampliación de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), además de la conformación de diversos bloques regionales en otras latitudes, entre ellas, América Latina. Durante esos años, proliferaron los términos como globalismo , sociedad global , aldea global , que fueron acaparando las producciones del ámbito académico y político internacional. En cierto modo, reflejaban la percepción del cambio de época que se experimentó en esa década. En el curso de esa década, también proliferó el debate sobre la gobernanza global que, implicó que ciertos analistas advirtieran que los cambios globales estaban tornando anacrónica la estructura del Estado- nación westfaliano -tales como Ohmae (1997) y Strange (2003). No es de extrañar que, en ese contexto, varios aplaudieron el triunfo de la geoeconomía sobre la geopolítica. La geopolítica se fincaba en la fuerza de las armas y la "diplomacia del garrote", mientras que la geoeconomía se apoya en la razón y la negociación entre iguales. La geopolítica intentó predecir el futuro, en tanto que la geoeconomía busca encaminarlo hacia la prosperidad. La geopolítica tendía hacia el dominio mundial y la geoeconomía lo hace a la globalización económica. En suma, la geopolítica fue una ciencia del pasado. La geoeconomía lo es del porvenir […]. (De Mateo y Sousa, 1993: 978) Aún así, algunos autores -entre ellos, Scholte (1997: 427-8) destacaron que, durante esos años, también surgieron refutaciones de quienes se resistían a la idea del fin del Estado y, afirmaban que los argumentos sobre globalización eran exagerados, porque los Estados continuaban reteniendo capacidades cruciales de gobierno, en el plano económico y político internacional. Como observaron Evans y Newnham (1998), en las postrimerías del siglo veinte, si bien a nivel internacional y, sobre todo en los EE. UU., todavía existía cierta negación al campo de estudio de la geopolítica, ya se empezaba a avizorar un resurgir del interés por la materia, en los estudios militares. Más allá del debate académico, los acontecimientos terminaron por imponerse de modo drástico, en los inicios del siglo en curso. Al parecer, los más reticentes habían tenido razón: pese al vertiginoso avance de la globalización, su alcance fue parcial y limitado. Frente a ella, los Estados retuvieron su tradicional cuota de poder que tienden a sacar a la luz cuando las crisis económicas y/o de seguridad - doméstica o internacional, lo requieren. © 2022 Global Journals Volume XXII Issue III Version I 21 ( ) Global Journal of Human Social Science - Year 2022 E The Uncertainty of a Tripolar World: The Return of Militaristic Geopolitics and the Relevance of Geoeconomics in the First Decades of the 21st Century. A Brief Mention about the Russia-Ukraine Conflict Los atentados del 11-S marcaron un punto de inflexión en la historia mundial. La geopolítica irrumpió de manera abrupta, no sólo en los estudios sobre terrorismo y seguridad internacional, sino también, en la agenda gubernamental de los grandes Estados. Para Bergesen y Suter (2018), ese retorno no fue novedoso, sino que debe ser interpretado como el último giro cíclico de un proceso histórico mundial -más prolongado y abarcativo, al que dieron en llamar Ciclo de Globalización/Geopolítica (CGG). Según los autores, ese ciclo se evidenció desde épocas históricas, tanto en el período de la hegemonía británica (siglo XIX),como la estadounidense (siglo XX), y consiste en la transición del predominio de la globalización a la geopolítica, como la lógica dominante del comportamiento de los Estados a nivel internacional. Para los autores, el resurgir de la geopolítica está asociado a la revivificación de los intereses nacionales y los nacionalismos. En el plano militar, la avasallante respuesta de los EE. UU. a los ataques del 11-S llevó a que ese país se perfilara como una potencia imperial que, nuevamente, trasladaba al mundo a un esquema unipolar -dejando atrás la imagen de aldea global que 6 Recordemos que, ya Triffin (1962) alarmado por la crisis de balance de pagos de ese país, advertía el rápido deterioro que estaba evidenciando la economía de los EE. UU., desde la década de 1950. Por su parte, Thompson (2018), basándose en la evolución de algunos indicadores del poder de los Estados, también observó que el poderío de los EE. UU. fue declinando desde aquella década y, aunque ello no se evidencie desde la perspectiva militar, se traduce en el surgimiento de poderes desafiadores. No obstante, para mediados de los años noventa, empezaron a evidenciarse los efectos negativos de la globalización: las crisis financieras en los mercados emergentes. Pese a ello, algunos autores continuaron pronunciándose como adeptos a dicho modelo economic -entre otros, Thomas L. Friedman que postuló la controvertida Teoría de los Arcos Dorados de Prevención de Conflictos .

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