Global Journal of Human Social Science, G: Linguistics and Education, Volume 23 Issue 3
como los militares Etelvino Vega y Nilamón Toral, el comisario de tanques Luis Sendín, los hermanos Soriano, el periodista Navarro Ballesteros, Ángel Gaos, Manuel García Pelayo y el doctor Juan Peset Aleixandre ⸻ rector de la Universidad de Valencia ⸻ (Campos 1985: 28). Cuentos sobre Alicante y Albatera consta de quince relatos que María Martínez-Cachero Rojo (1991) analiza estructuralmente, por lo que vamos a centrarnos brevemente en su descripción argumental. En “La fuga” se refieren los últimos días de la República, con el gobierno ya en Valencia, ciudad a la que se dirige el protagonista, desencantado por las promesas de unos y de otros, viajando en la caja de un camión. Por fin llega a Valencia para confundirse entre una multitud que busca el puerto como única posibilidad de huida. “El loco” se basa en un personaje que clama encaramado a una antena impasible a la inactividad de los grupos de ayuda internacional en el puerto de Alicante, en concreto el llamado Comité de No Intervención. Aparecen en él el cónsul de Argentina y un diputado francés cuya identidad coincide con la del comunista Charles Tillon (Campos 1985: 22). “El anochecer de los suicidios” da fe del trágico desenlace de algunos refugiados que decidieron no afrontar el futuro tormentoso que les esperaba. En La muerte de la esperanza , Eduardo de Guzmán señala que eran tantos los suicidios que “en dos días más el enemigo no tendrá nada que hacer, porque nos habremos matado todos” (1973: 361). “Llegaron los barcos” es la descripción de una espera en una “zona internacional” que no será respetada. El relato nos lleva a la angustia de Esperando a Godot de Samuel Becket, salvo que aquí los barcos que se esperan no pueden llegar porque otros bloquean la entrada del puerto. En realidad, el último buque que había zarpado de Alicante fue el Marítima el día 28 de abril de 1939, antes de la llegada de Jorge Campos ⸻ que salió de Albatera el 30 ⸻ ; después fue el crucero franquista Canarias el que impedía la entrada de otros barcos, hasta que fondearon los minadores Júpiter, Marte y Vulcano, de los que desembarcó el Cuerpo de Ejército de Galicia (Campos 1985: 27). “La escollera” no es más que un escondite al que confía su suerte un prisionero. Vale la pena detenerse en el cuento “Campo de los Almendros”, que puede pasar por un conjunto de anécdotas de lo narrado en la extensa novela Campo de los almendros de Max Aub y cuyo estudio comparativo pormenorizado reservamos para otra ocasión. En este sentido, Jorge Campos, en la dedicatoria del ejemplar de Teatro y sociedad (1968) que le envió para felicitarle el año nuevo de 1969 llama a Max Aub “superviviente del campo de los almendros” . 3 3 BMA: Biblioteca Max Aub de Segorbe. Por otra parte, en el relato de Jorge Campos rezuma una bondad que Joaquín Entrambasaguas (1953: 468) toma como característica de su obra, pues afirma que “el hombre es bueno en la obra de Jorge Campos y lo demás, como inspirado por el hombre o afecto a él, tampoco encierra maldad y, cuando la hay, se borra por los mismos personajes”. En efecto, el final del relato, con el regreso de los personajes al campo, anuncia que “volvieron al interior, como dos chicos temerosos de un castigo” (Campos 94: 115). La afirmación de Entrambasaguas es matizada por María Martínez-Cachero Rojo en la introducción a El atentado (Campos 1994: 22) donde aporta diversos ejemplos en los que aparece la crueldad y la ambición. Martínez-Cachero reseña cómo en “Campo de los almendros se asiste a la metamorfosis de un campo alicantino, nevado de flores blancas, en un escenario gris, “como si sobre ellos [los almendros] también hubiera caído la derrota” (Campos 1994: 109). El relato describe a los prisioneros que permanecen cercados, a los militares italianos que se llevan a las mujeres, e insiste en el cansancio, el sueño interrumpido por ráfagas de ametralladora, la espera, la huida de Fernando (Ricardo Juan Blasco) y su amigo (el propio Jorge Campos) y el perplejo regreso de estos al campo. En realidad, la salida de Jorge Campos del Campo de Albatera fue más rocambolesca, como cuenta su amigo Pablo Beltrán de Heredia en la introducción a Bombas, astros y otras lejanías : Se recibió un día, en la prisión, la orden de que fueran puestos en libertad los internos mayores de sesenta años y menores de dieciocho. Para acogerse a dicho beneficio, era preciso formular una declaración jurada. Como la mayoría de los reclusos no sabía escribir, preguntó un oficial quién podría hacerlo. Se adelantó Jorge Campos ⸻ entonces todavía Jorge Renales ⸻ , y fue encargado de redactar las declaraciones de los veintidós presos que habían de salir; pero a ellas unió la suya propia, aun cuando él no reuniera las condiciones exigidas (Campos 1992: 19). Siguiendo con los relatos restantes, en “Las naranjas” se narra el traslado a pie de una columna de prisioneros desde el campo a la ciudad, a cuyo paso las gentes ofrecen pan y naranjas. La anécdota, sucedida el 7 de abril de 1939 (Campos 1985: 25), surge cuando los soldados impiden que los ciudadanos ofrezcan comida a los prisioneros y las naranjas caen al suelo y ruedan por la pendiente. A nuestro juicio, la catarata de naranjas entre las piernas de los prisioneros constituye una imagen imborrable. “La llegada” se detiene en el angustioso traslado en tren hasta el Campo de Albatera. “Grupo 46” rememora las desventuras de un conjunto de prisioneros fácilmente identificables porque dice sus nombres y apellidos. “Desvalidez” cuenta cómo escabullirse aprovechando la lluvia. “Muerte y vida” resulta autobiográfico pues refiere cómo se rompe la monotonía cruel y famélica del campo con un mensaje de altavoz que le va a propiciar la libertad mintiendo sobre su edad. “Pesadilla” se Volume XXIII Issue III Version I 52 ( ) Global Journal of Human Social Science - Year 2023 G © 2023 Global Journals Between Djelfa's Diary and Almond Field by Max Aub and Tales from Alicante and Albatera by Jorge Campos
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